sábado, 30 de marzo de 2013

30/3/13

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Querido desconocido:

Echo de menos a mis padres pero bueno, aquí tengo muchas cosas para entretenerme. El mago sigue sin aparecer y a mi hermano se le están acabando los polvos que este le dejó para contactar con el otro mundo. Tienes que extender una capa de polvo en un espejo y decir en voz alta el sitio donde quieres ir, a partir de ahí puedes ir a cualquier sitio durante una hora, entonces debes echar más polvo. Tenemos que ir con cuidado, yo le pegué un susto de muerte a una ancianita de Canadá, pobre. Mi hermano se enfado un poquito (y con razón), era la tercera vez que me pasaba en una semana. Ahora lo entiendo pero en ese momento le empecé a gritar y, como era normal, él me respondió. Ya puedes imaginártelo, gritos, insultos y terminó conmigo dando un portazo. Entonces vi la chaqueta de Nate, quizás viniera a por ella pero necesitaba salir. La cogí por si me lo encontraba y lo hice, de nuevo en el Starbuck.
Fuimos juntos a comer pero yo no hacía más que rehuirle la mirada.
-¿Quieres venir a mi casa? -la pregunta me pilló por sorpresa.
Asentí y pagó la cuenta.
Vive en un apartamento en una sexta planta. Un sofá de piel, paredes de cristal...está claro que dinero no le falta. Vive solo, acaba de cumplir los diecinueve. Su padre era un rico amargado y cuando Nate cumplió los dieciocho cogió la parte de la herencia de su abuela que le tocaba y se fue de casa. Diecnieve...no lo creía mayor que yo, me ha engañado su rostro dulce e inocente.
Me cogió desprevenida. Estaba mirando por una de las grandes paredes de cristal cuando me cogió del brazo y me obligó a girarme. Sentí sus labios contra los mios, sus manos en mi cintura, sentí como si una corriente eléctrica me atravesara de arriba a abajo y me obligara a quedarme pegada a él, como atraida por un imán. Fue extraño pero increible, inigualable.